Por: @jmcasanueva | TW: jm_casanueva
Debemos admitir que recordaremos, para mal o muy mal al año 2016. Al inicar el 2017, los contextos cívicos, democráticos, tecnológicos y de libertad de expresión que vivimos están bajo presión, prueba e inclusive, amenaza.
Quienes vivimos en contextos con limitadas libertades, inseguridad permanente, reducción del espacio cívico y polarización ideológica tenemos serios retos para lograr influenciar, habilitar y empoderar a los demás en la búsqueda de un cambio social.
En SocialTIC nos reunimos, como cada inicio de año (lee aquí la versión 2016) para reflexionar sobre los principales retos, provocaciones o reflexiones que identificamos serán clave para el trabajo de activistas, hackers cívicos, periodistas y daterxs en Latinoamérica este 2017.
1. Salir de las burbujas de información y cámaras de eco
El poder de la comunicación está en poder influenciar a personas cambien lo que saben, piensan y hacen a lo largo del tiempo. No obstante, es muy común que estos esfuerzos de comunicación y activismo estén dirigidos a grupos de apoyo y personas ya convencidas de nuestra causa resultando en una espiral de ideas, exhortos y mensajes encapsulados entre sospechosxs comunes.
Fue muy revelador ver cómo coyunturas geopolíticas durante 2016 fueron cubiertas y comprendidas dependiendo de la burbuja ideológica y comunicación en la que vive cada persona.
El resultado de ello es doblemente desafortunado pues quienes buscan influenciar no impactan a públicos nuevos y quienes reciben la comunicación desconocen otros puntos de vista, opiniones y realidades.
Romper esta burbuja (o cámara de resonancia) requiere de disposición y método para entender a las audiencias distintas para poderles comunicar mensajes relevantes de la forma en que a ellas o ellos les resuene. Poder traducir mensajes es un capacidad que se desarrolla al constantemente analizar a audiencias desconocidas, adaptarse a sus formas de comunicación y evaluar la efectividad de cada comunicación.
2. Verificar al compartir y producir información
Vivimos en un contexto digital lleno de fuentes de información, algunas verídicas y otras engañosas o intencionalmente falsas. Como consumidores de información estamos ante el constante dilema de identificar qué fuentes de información son creíbles y relevantes para los temas de nuestro interés.
Debemos pasar más allá de los encabezados y fotos que aparecen en nuestros perfiles y muros de redes sociales, juzgar rápidamente los contenidos antes de compartirlos y apoyar las fuentes de información que consideramos confiables para que puedan fortalecer su práctica, análisis y cobertura.
Como productores de información, el reto es de forma y fondo. Nuestra capacidad de verificación de fuentes, noticias y declaraciones debe trascender los círculos y tácticas tradicionales aprovechando el conocimiento de redes de especialistas, fortaleciendo el uso de datos y generando redes de colaboración para la cobertura de sucesos.
Además de confiables, nuestros canales de comunicación debe de ser consumibles por públicos del siglo XXI haciendo de nuestras narrativas ágiles, sintéticas, atractivas y precisas.
3. Data relevante + Uso Estratégico = Impacto
En los países que llevamos más de tres años de impulso de la agenda de datos abiertos, hay una expectativa clara: los datos deben servirle a la gente.
Los roles también están claros. El gobierno debe abrir datos públicos basados en la demanda ciudadana y con las características necesarias para que sean plenamente utilizables.
Infomediarios ( Intermediario de la información) como especialistas tecnológicos, periodísticos, sociales y daterxs deben darle sentido a la data para generar revelaciones, información y servicios útiles para la vida de diversos grupos de personas.
Si no hay suficiente data, no está plenamente abierta o no es del todo relevante para sus usuarixs, será difícil tener proyectos basados en datos. Y, por el otro lado, si no se usan los datos abiertos se desincentivan las acciones de apertura de datos por parte del gobierno.
Mucho hemos conversado sobre cómo habilitar tanto procesos de apertura de datos como la formación de más y mejores usuarios de datos. Es fundamental que los gobiernos determinen las prioridades de apertura basados en los insumos de los usuarios que ya demandan datos y cuentan con las capacidades para su uso.
Desde sociedad civil y academia, debemos impulsar espacios de formación, experimentación y uso de datos que ayuden a formar a usuarios potenciales de datos para que cuenten con las capacidades para manejar todo el ciclo de datos. Y, toda la comunidad de análisis, apertura y uso de datos debemos exigir de manera permanente y propositiva que se abran y usen los datos públicos.
Sólo si este ciclo se mantiene activo y virtuoso es que podremos hacer del uso y apertura de datos una actividad inherente del gobierno y de muchos de los sectores de práctica.
4. Medir más allá del like
Durante 2016, analizamos campañas, esfuerzos de incidencia y conversaciones coyunturales en las que estuvimos involucrados nosotros y aliados cercanos. Muchos de los resultados no fueron alentadores.
Es común identificar que en conversaciones de redes sociales nuestro poder de influencia es mínimo, hablamos dentro de nuestra burbuja ideológica y que mucho de nuestro mejor material ni siquiera es conocido por quienes identificamos como audiencia objetivo.
Y, como el primer paso es identificar el problema, debemos medir nuestros esfuerzos de comunicación más allá del número de likes, retuits o seguidores que hayamos alcanzado. ¿Quién influenció más a nuestras audiencias clave? ¿Cómo cambió una conversación después de nuestra comunicación? ¿Logramos poner un tema en la agenda de nuestro público meta? ¿Nuestra comunidad de seguidorxs ha evolucionado en los temas que manejamos a través del tiempo?
En el proceso de medir, debemos también probar nuestros mensajes y formas de comunicación apegándonos a técnicas pragmáticas, como encuestas, sondeos de percepción, pruebas de materiales con público focal y análisis de grupos focales.
El apropiarse de estas técnicas de forma regular nos permitirá conocer mejor qué mensajes y formas de comunicar funcionan con cada audiencia con la que tenemos contacto.
Y, como cada cambio interno, esto resultará difícil pues tendremos que hacer de lado nuestros propios gustos, estereotipos y formas de abordar los temas que promovemos en aras de que otras personas los identifiquen, comprendan y adopten.
5. Fortalecer nuestros hábitos y acciones ante los crecientes riesgos digitales
Los contextos para la sociedad civil, el activismo y el periodismo cada vez se vuelve más hostil. Además de los riesgos digitales comunes del entorno de internet (ej. virus, robo de identidad, secuestro de información, robo de equipos, etc.), cada vez más grupos de poder orquestan ataques y estrategias para vulnerar a quienes defienden o promueven acciones civiles.
El entorno de derechos digitales en América Latina se está llenando de intentos de regulación a espacios en Internet, entornos hostiles a grupos, restricciones a la publicación de contenidos e inclusive el espionaje gubernamental.
En México, vemos con preocupación cada vez más agresiones contra periodistas, activistas y feministas. Los grupos y tácticas de amenaza, hostigamiento y jaqueo cada vez son más coordinados aprovechando siempre la falta de capacidades, protocolos y conocimiento técnico de grupos de activistas, periodistas y organizaciones de la sociedad civil.
Por su parte, las acciones gubernamentales, en lugar de generar un espacio de justicia y confianza en las autoridades, ubican a las instituciones públicas como posibles perpetradores de vigilancia discrecional sin controles ni transparencia de sus acciones.
Como actores de cambio social debemos conocer mejor nuestro entorno digital, fortalecer nuestros hábitos y coordinar nuestros acciones de mitigación y reacción, pues ninguna app mágica nos disminuirá los riesgos que vivimos en esta era.